“Tarjetear” es la nueva forma de llegar a fin de mes para la mayoría de las familias

En un contexto económico marcado por la pérdida de poder adquisitivo y salarios que no logran seguir el ritmo de la inflación, las tarjetas de crédito han emergido como el principal medio de pago en Argentina. 

Según datos recientes del Banco Central de la República Argentina (BCRA), este instrumento financiero no sólo ha logrado superar a las tarjetas de débito en volumen de operaciones, sino que se ha convertido en una herramienta esencial para que millones de familias “estiren” sus ingresos hasta fin de mes. 

Lejos de financiar lujos o consumos suntuarios, el “tarjetear” representa una estrategia defensiva ante la asfixia económica cotidiana de la gran mayoría de familias de clase media y sectores con inserción laboral, que les permiten precisamente tener una tarjeta de crédito.

Esta tendencia, consolidada en 2025, refleja las profundidades de la crisis en la microeconomía y plantea interrogantes sobre la sostenibilidad del actual modelo de gestión de la macro, cada vez más apoyado en el endeudamiento familiar.

El Informe de Pagos Minoristas del BCRA para noviembre de 2025, conocido en las últimas horas, revela cifras elocuentes. En octubre pasado se registraron 188,9 millones de operaciones con tarjetas de crédito por un total de $10 billones. Esto implica un crecimiento interanual del 7,4% en la cantidad de transacciones y aproximadamente un 2% en montos reales (ajustados por inflación). 

Un detalle clave es que el 90,7% de estas operaciones y el 73,8% de los montos corresponden a compras en un solo pago, lo que indica una disminución en el uso de planes en cuotas, al tiempo que confirma que los pagos involucrados no son por montos abultados. Esta preferencia por pagos únicos sugiere que los argentinos están utilizando el crédito no para diferir gastos grandes, sino para cubrir necesidades inmediatas, aprovechando el período de gracia antes del vencimiento.

En contraste, las tarjetas de débito experimentaron una caída del 13,3% interanual en octubre, con 177 millones de operaciones por $4,7 billones. Este declive subraya el agotamiento de los saldos en cuentas corrientes y a la vista, obligando a los hogares a recurrir al crédito para transacciones cotidianas. 

Los comercios físicos dominan el uso, con el 39,2% de las operaciones realizadas vía POS y códigos QR, seguidos de cerca por el e-commerce (37%). Esta distribución refleja un patrón de consumo básico: supermercados, farmacias y servicios esenciales, donde el crédito actúa como puente temporal.

Paralelamente, la gente “mueve la plata”, buscando captar el pago de rendimientos, especialmente por parte de plataformas y billeteras virtuales. Sería la razón por la cual en noviembre las transferencias inmediatas explotaron, alcanzando 666,3 millones de operaciones por $70,1 billones en sólo un mes, con un crecimiento del 20,3% en cantidades. 

El 73% de estas provienen de billeteras virtuales de fintechs no bancarias, como Mercado Pago o Ualá, lo que democratiza el acceso a pagos digitales pero no resuelve el problema subyacente de liquidez. 

Mirando hacia adelante, sin medidas activas sobre el circulante y sobre la micro, como aumentos salariales reales o control inflacionario, el “tarjetear” podría convertirse en una norma crónica.

El gobierno de turno, en su plan de estabilización para 2026, promete incentivos para el ahorro, pero por ahora, las tarjetas son el flotador en un mar de incertidumbre. En resumen, esta noticia no es sobre prosperidad, sino lo contrario: es sobre empobrecimiento. Las familias argentinas no eligen endeudarse, sino que lo hacen para no hundirse.